Trabajo de Campo – Invierno 2017/18
12 de febrero de 2018
Durante el mes de febrero realizamos diversas salidas de campo para analizar aspectos de la flora y la fauna en el entorno del río Barbantiño, que ya conocéis. A continuación os dejamos alguna de las observaciones más interesantes.
Empecemos con un vídeo que grabé este día 12 de febrero, justo frente al molino en el que hicimos las actividades aquel día de octubre; fijaos en la diferencia de caudal con respecto a aquel día de otoño, afortunadamente este invierno ha caído bastante lluvia y el río recupera su caudal ideal. Escuchad el sonido del agua, se oía ya desde la Capela de San Pedro, al inicio del descenso hacia el río.
La primavera asoma: Primula acaulis.
De hecho así es el nombre común en español de esta planta de hermosas flores blancas y amarillas, primavera. En gallego también recibe el nombre de cáncaro. Esta fotografía que os adjunto la tomamos muy cerca de los molinos en los que hicimos las actividades en octubre en el río Barbantiño.
Es muy común encontrar estas plantas en flor en el mes de febrero, en los márgenes de los ríos gallegos y bajo el bosque caducifolio de ribera, cuyos árboles todavía no han desarrollado las nuevas hojas y permiten todavía el paso de la luz al sotobosque. Esta vegetación del sotobosque recibe el nombre de flora nemoral, y adelanta su floración al mes de febrero y antes de que llegue la primavera para aprovechar esa luz que todavía llega al sotobosque cuando los alisos, sauces, avellanos, fresnos y demás árboles de ribera aún no han formado sus frondosas copas de hojas caducifolias.

La adaptación de la Primula acaulis al ciclo de los árboles caducifolios, también está relacionada con la aparición en esta época previa a la estación primaveral de ciertas especies de insectos polinizadores, que se alimentan de estas flores sin apenas competidores. Un ejemplo de estos insectos que acuden a las flores de Primula acaulis son las limoneras, unas mariposas muy juguetonas de colores amarillos (Gonepteryx sp.), os dejo una foto. Las mariposas se aprovechan de la falta de competidores y las plantas se benefician al ser polinizadas con mayor éxito. Son ejemplos de adaptaciones de las especies a la estacionalidad dentro del ecosistema fluvial.

Los juguetones mitos (Aegithalos caudatus) nos persiguen en nuestro recorrido por el río.
Siempre podremos ver a esta especie de ave en pequeños grupos, incansables juguetones van de un lado a otro de las ramas de los árboles del bosque caducifolio, en este caso el de la ribera del río Barbantiño. Su cola larga, sus tonos rosados y blancos en pecho y babero y su cabeza negra y pico muy corto son inconfundibles. Este día de febrero nos persiguieron un buen trecho por la margen derecha del río.

Construyen sus nidos en pequeños recodos o huecos de las ramas de los árboles, utilizando musgos y cortezas. Son uno de los candidatos a ocupar nuestras cajas-refugio que colocamos en octubre pasado, así que esta primavera cuando vayamos juntos al río, comprobaremos si alguna especie de ave ha ocupado nuestra caja estos meses de invierno e inicio de primavera. Por el momento, las cajas siguen en el sitio donde las colocamos y no hay indicios de ocupación por el momento…veremos a finales de marzo si alguien se ha animado, un mito o un carbonero o un herrerillo serían las especies más interesados en nuestro tipo de cajas.

Bajo la corteza de la madera en descomposición…¡ojo con las forcípulas de este animal!
Los miriápodos son un grupo de animales que están incluidos dentro de los artrópodos, al igual que los insectos (moscas, escarabajos, mariposas, etc.), los arácnidos (arañas, opiliones, etc.) o los crustáceos (nécoras, percebes, cochinillas de la humedad, etc.). La característica común de todos los artrópodos es que poseen patas articuladas.

Si nos fijamos en esta fotografía que tomamos el día de nuestra salida de campo en febrero de 2018, este miriápodo de nombre Lithobius sp. tiene una cabeza con largas antenas sensoriales que le permiten captar información del medio que le rodea, y un cuerpo segmentado en el que cada segmento posee un par de patas articuladas. Esta segmentación del cuerpo es una característica de los artrópodos, y llega a ser tan increíble que incluso podríamos decir que cada segmento tiene su pequeño “cerebro” o ganglio nervioso particular.
Pero centrémonos ahora en su cabeza y en esos prominentes abultamientos bajo sus ojos; en realidad son las patas modificadas de su primer segmento corporal, se llaman forcípulas y son patas que en realidad ayudan a las mandíbulas y al resto del aparato bucal del animal en su función de alimentación; estas forcípulas son como dos garfios afilados que contienen en su interior una glándula de veneno, que el animal utiliza para inocular en sus presas y producir su parálisis inmediata, de forma que facilita que el miriápodo las devore con las mandíbulas y maxilas de su boca.

Por ello debemos de tener un respeto merecido a estos animales, siempre tratando de no echarles la mano sin protección adecuada. Esto os lo cuento por experiencia propia, ¡todavía recuerdo la mala tarde que me hizo pasar un colega del de la foto cuando decidí equivocadamente cogerlo en mi mano! La picadura es similar a la de una avispa, mi dedo pulgar así lo sintió, aunque a unos animales tan grandes y bien protegidos como nosotros no nos puede hacer mucho más que pasar un mal rato.
La bellota cumple su función. La germinación de un nuevo roble.
La bellota de roble (Quercus robur) que pasó el otoño e invierno semienterrada en el sustrato húmedo del bosque de ribera, ha empezado a germinar y en la foto podemos ver su raíz primaria de color amarillo ya anclada en el suelo, dispuesta a desarrollarse y empezar a captar agua y sales minerales para la planta. La parte aérea o epicótilo (en color rosado) está a punto de surgir para formar las primeras hojas del nuevo roble, mientras tanto, los nutrientes acumulados en la bellota o cubierta seminal son aprovechados por la joven plántula para iniciar su desarrollo, antes de que pueda llegar a realizar la fotosíntesis a través de sus primeras hojas.

Muchas de estas bellotas de roble son dispersadas por la acción del viento, pero en los bosques de carballo gallegos existe un gran transportista de bellotas, con muy mala memoria eso sí, es el arrendajo o pega marza en galego. Esta ruidosa ave de nombre científico Garrulus glandarius siente predilección por las bellotas de robles, que almacena cuidadosamente durante el verano, para luego disponer de alimento en épocas de escasez. El problema es que muchas veces se olvida de dónde ha enterrado el alimento, ¡ay esa memoria!, y con ello se favorece la dispersión de estas semillas y de nuestros bosques de carballo o roble.
Es decir, que gracias a la mala cabeza de la pega marza, muchos robles pueden seguir sobreviviendo en nuestros bosques naturales, por desgracia cada vez menos abundantes. ¿Será nuestra bellota de la foto una de esas despensas olvidadas?
